13 de diciembre de 2011

Un giro inesperado

¡Mierda! Mi historia carece de un contexto definido, me pierdo en las descripciones, no sé dónde situar los escenarios, ni cuáles son las prácticas habituales de las sociedades que enmarcan a los personajes. Bien, tranquilízate. Soy estudiante de historia, los contextos son clave en todos mis trabajos, asignaturas y exámenes. Es un terreno que conozco a la perfección, y que me gusta. Explotaré mis cualidades a la vez que doy un giro inesperado a la manera de afrontar esta aventura. El giro tiene que ser definitivo, sin vuelta de hoja, sin volver sobre mis pasos, sin mirar atrás. Debo coger esta determinación y morir con ella. Ahora sé lo que voy a hacer. Emprenderé otro proceder; situaré mi historia en un lugar y tiempo determinado, pero no inventado. Recurriré a mis conocimientos históricos para trasladar a mis personajes a una época determinada. Mi obra de fantasía tendrá pinceladas de rigor histórico, mostrará aspectos reales del pasado y será en este contexto donde se desarrollaran los sucesos que deambulan por mi mente y en los archivos de mi ordenador.
Ahora sé que escribir este libro será una tarea más ardua y pesada que lo que en un principio imaginé. Empiezo a documentarme, a absorber un conocimiento que plasmaré en mis letras y que será el perfecto compañero de mi vena literaria. Paciencia, E., mucha paciencia.
¿Es el inicio de una novela histórico-fantástica?

E.

12 de diciembre de 2011

Vistas al amanecer

Son muchas las ideas que tengo. Algunas son ilusionantes y estimulantes, otras son sencillas y entrañables, otras son tan difíciles de plasmar que me produce vértigo pensar en ellas. Algunas, la mayoría, descansan en rincones de mi mente o en carpetas austeras que duermen en mi habitación. Sin embargo, hay una, y solo una, que ha empezado a materializarse, a adquirir características tangibles, a ser escrita. Se trata de una idea que ha mutado mucho desde que la pensé por vez primera; hoy he decidido reemprender la escritura y me he cerciorado de que no puedo escribir confiando en una gran inspiración. Eso me funcionó durante las primeras 20 o 30 páginas, no más. Llegué a un punto en el que avanzar era una tarea tan ardua que rayaba lo imposible. Abandoné momentáneamente, y digo abandoné porqué me olvidé casi por completo del placer que produce escribir, así que hoy he tomado una decisión: ordenar todas mis ideas, recopilar todos los apuntes que se esparcían desordenados por mi escritorio y emprender la redacción de un guión que me permita vertebrar la historia de manera clara y ordenada. Ha sido relativamente fácil, pues ya había esbozado algo parecido algunos meses atrás. Sin embargo, he visto tantos fallos en la trama, tantas imperfecciones clamorosas, que he decidido dar un giro a la idea principal. Creo que esto me ayudará a ordenar las ideas y a plasmar mi historia de manera más fluida sobre el papel.

En las próximas semanas veré si la confección de este guión resulta efectiva y me ayuda como pretendo que lo haga. Reescribiré aquellos pasajes que creo conveniente modificar y encararé con la mayor de las ilusiones la redacción de una historia de las estimulantes, de aquellas que por su naturaleza crees que son especiales, ese tipo de historia que brilla por su propia identidad, mi primer libro, el primer viaje hacia un horizonte anaranjado; el amanecer de mis días como escritor.

E.

9 de diciembre de 2011

Empezar

¿Qué hacer cuando el deseo de escribir pugna con la inconstancia? ¿Qué hacer si la naturaleza propia de la personalidad supone una barrera al arrojo y la determinación? ¿Qué hacer cuando cualquier cosa, por insignificante que esta pueda ser, te distrae de tus objetivos quiméricos para alcanzar la felicidad? ¿Y si todo esto, el ansia de escribir, se evapora por momentos y se esconde en un rescoldo de mis pensamientos?
Saber que uno es ambivalente, inconstante, tibio, que posee una mente cambiante a más no poder, movida por reacciones antojadizas ante los contextos que lo dominan, es ya el primer paso hacia el cambio. Pero, si es ese cambio el que te impide avanzar, el que te atrapa en un bucle de pensamientos cargados de reproches e inseguridades, de miedo, de sueños por cumplir, pasajes tan oníricos que la propia imaginación los desecha inconscientemente…
— ¿De verdad quieres ser escritor?
— Sí.
— ¿Entonces por qué no escribes?
— Falta de tiempo.
— ¿Estás seguro?
— No.
— ¿Por qué?
— No lo sé.
— ¿Alguna vez has pensado que piensas demasiado?
— ¿Se trata de alguna paradoja inquisitiva?
— ¿Cómo dices?
— Nada, olvídalo.
— ¿Quieres ser escritor?
— Sí
— ¿De verdad?
— Nada me gustaría más.
— ¿Entonces, por qué no escribes?
— Carezco de concentración
— ¿De verdad?
— Más o menos.
— Eso no es una respuesta
— Es una respuesta parcial
— Basta de parcialidades.
— No tengo determinación
— Pero conoces la existencia de tu falta de determinación
— Sí
— ¿Quieres ser escritor?
— Mil veces sí.
— ¿Entonces, por qué no escribes?
— No soy lo suficientemente bueno.
— ¿De verdad?
— Sí.
— ¿Cómo puedes saberlo si nunca escribes?
— Lo sé
— No puedes saber algo que no existe. ¿Quieres ser escritor?
— Rotundamente sí.
— ¿Entonces por qué no escribes?
— Porque pienso demasiado.
— Continúa
— Dedico más tiempo al pensamiento que a la acción, vivo de suposiciones y olvido los hechos. Siento la necesidad de planificar el futuro obviando el presente. Me mortifica no alcanzar mis objetivos.
— ¿Qué objetivos?
— Infinidad de ellos. Varían según el día.
— Céntrate.
— Soy inconstante.
— ¿Cuál es la raíz de tu inconstancia?
— Tal vez pienso demasiado.
— Eso ya lo has dicho.
— Tal vez pospongo mis acciones para evitar el fracaso.
— ¿Qué fracaso?
— El mío.
— Sé más concreto
— Temo escribir y caer al vacío, temo enfrentarme a la página en blanco y cerciorarme de mi incapacidad. Temo tantas cosas que no sé ni quién soy o en quien quiero convertirme.
— Explícate.
— Cuando imagino mi futuro ideal me veo escribiendo y viviendo de ello.
— ¿De verdad?
— Sí
— ¿Crees que es posible?
— No
— Todo el mundo puede escribir
— Pero no todos pueden hacerlo bien.
— ¿A qué te refieres?
— No todos triunfan.
— ¿Te preocupa alcanzar el triunfo?
—Sí.
— Te equivocas, he aquí la raíz de tu inconstancia.
— No entiendo.
— Olvídate del futuro y del triunfo venidero. Despréndete de la maraña de pensamientos que no te dejan avanzar. Escribe, sin más.
—...
— ¿Quieres ser escritor?
— Sin duda.
— Entonces, escribe.

E.